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lunes, 7 de noviembre de 2011

algo muy extenso sobre un tema muy interesante...

¿En qué momento nace la literatura infantil? ¿Cuándo comenzaron a publicarse físicamente libros de literatura infantil en España y cuándo surge el “boom”?
          
La literatura infantil en España no tiene una rica tradición. Los escritores e ilustradores contemporáneos podemos considerarlos pioneros. Si buscamos los orígenes de la publicación física de libros de literatura infantil, debemos remontarnos a finales del siglo XIX, donde comienza la aparición de editoriales como la de Saturnino Calleja (1876), con los célebres Cuentos de Calleja. Obras realmente sorprendentes por su reducido tamaño. Las obras en esta época responden a una concepción idealizada y, sobre todo, estereotipada del mundo infantil, etapa vista desde un punto de vista burgués y conservador, amparados en los modelos educativos propios de ese siglo. Prolifera el prototipo de niño virtuoso. Los valores desde los que se concibe o se mira a los niños representan, prácticamente, todo lo contrario a lo que, en la realidad, es un niño. Éstos no son conservadores, no entienden de clases sociales y pueden ser pillos, inteligentes, traviesos, pero virtuoso no parece un adjetivo muy adecuado a la etapa infantil.


A principios de siglo XX, más concretamente hacia la segunda década de este nuevo siglo, las obras con intención instructiva y educativa ceden terreno a las obras pensadas para entretener y divertir. Pese a este fenómeno, las obras siguen impregnadas de la moral, la religión y la conducta social aceptada en la época, haciendo una diferenciación entre libros para niños y para niñas. Exponentes de esta nueva sensibilidad, más centrada en entretener y divertir que en educar son: Salvador Bartolozzi, Manuel Abril, Elena Fortún y Mª Teresa León. Es el comienzo de otro tipo, u otro estilo de literatura, pero esto no quiere decir que fuesen libros revolucionarios, muy al contrario, son libros acordes, en gran medida, con la mentalidad de la época. Lo que sucede es que el fin no es tanto enseñar como sí entretener y divertir pero siguiendo los parámetros de la sociedad de la época. Los años veinte abren la puerta a una literatura infantil que podemos comenzar a denominarla de este modo, ya que empieza a desaparecer el didactismo en las obras dedicadas a los más pequeños. Aparecen dos nuevas editoriales importantes “Juventud” y “Aguilar”. Esta renovación trae consigo una nueva visión de la infancia y de las publicaciones infantiles. Esta especial atención a la infancia lleva al Ministerio de Instrucción Pública a fomentar la creación de bibliotecas escolares. Se comienza a fomentar la creación de bibliotecas escolares en los años veinte y, hoy día, todavía podemos decir que existen en España colegios sin biblioteca y existe una gran escasez de bibliotecas. Es sorprendente, en muchas ocasiones, observar lo que tardamos en España en llevar a cabo medidas de progreso que provocarían, en este caso, en materia de educación una mejora notable. Tenemos que ver cómo, siguiendo con la educación que es lo que nos compete, gastamos muchísimo dinero en aspectos que no sirven para nada y, para lo que es realmente importante, no hay dinero. Por no hablar del bajo porcentaje de los presupuestos que se dedica a materia de educación y de lo mal gestionado que está ese dinero. Deberíamos reflexionar un poco acerca de la razón por la que, España, un país desarrollado y supuestamente “rico” posee unos niveles educativos muy similares a los de países subdesarrollados o en vías de desarrollo. Quizá algo tenga que ver en ello la lectura y ¿por qué no fomentar la lectura acercando los libros al aula? Y que mejor forma de acercarlos que teniendo todos los colegios bibliotecas escolares.

Dejando las reflexiones personales a un lado volvamos a la historia de la literatura infantil en nuestro país. El estallido de la Guerra Civil supone la ruptura con todo este movimiento de renovación y la literatura infantil pasa, como toda la demás, a ser un instrumento de propaganda. La Guerra Civil y la posterior postguerra suponen el alejamiento definitivo de España de la tendencia cultural literaria de Europa. La literatura infantil de postguerra, por tanto, dará un paso atrás y estará marcada por los siguientes aspectos: ruptura con los valores emergentes en el resto de Europa, con las políticas culturales y educativas; la exaltación de los valores humanos y espirituales; el exilio de muchos escritores (Bartolozzi, Mª Teresa León…); la censura; la prohibición, hasta 1962, de publicar en cualquier lengua no oficial. La ausencia de crítica, idealización y mediocridad en la producción caracterizan esta época, junto a la impregnación de lo literario, nuevamente, con objetivos educativos. Un aire fresco para acabar esta situación lo suponen las publicaciones de Celia escrito por Elena Fortún, Antoñita la fantástica de Borita Casas, Mari Pepa de Emilia Cotarello. En los años cuarenta aparecen también obras de Carmen Conde y Gloria Fuertes. Los años cincuenta, marcados por una cierta liberalización intelectual, favorecen la aparición de escritoras como Mª Luisa Gefaell y Celia Viñas, que fueron Premio Nacional de Literatura y Accésit respectivamente en la convocatoria de 1951.

Los años sesenta suponen el inicio del despegue de la literatura infantil. En 1962 se levanta la prohibición de no poder publicar en otra lengua que no sea la oficial. Al mismo tiempo se produce una corriente liberalizadora, en la que podemos ver cierto apoyo a la literatura infantil, lo que da origen al crecimiento de las publicaciones. Se produce una cierta apertura a la producción exterior, comienza la publicación de clásicos de la literatura infantil universal. La literatura escrita en catalán y en euskera tendrá una fuerte acogida y apoyo en las escuelas, de donde salen muchos autores. La literatura en catalán tendrá un especial desarrollo, favorecido por la aparición de Ediciones La Galera (1963).

Durante los años setenta se van, poco a poco, consolidando estos cambios en la literatura infantil. Se profundiza la tendencia al cambio y se evidencia, de una forma más clara, los síntomas de evolución de la literatura infantil. Se producen, por otra parte, profundos cambios en el mundo editorial, que marcarán también las tendencias más recientes del mundo de la edición para los niños. De esta forma surge en nuestro país una avalancha de ofertas que supone el llamado “boom” de la literatura infantil, vivido en la segunda parte de los años setenta y, sobre todo, en los años ochenta.


Este gran desarrollo de la literatura infantil en nuestro país se debe a una serie de contextos y condicionamientos. Podemos tratar en primer lugar el contexto político, en el cual, destacamos el restablecimiento de la democracia. Hasta ese momento, las publicaciones infantiles (al igual que las demás) estaban condicionadas por la censura, establecida por Real Decreto. A partir de la promulgación del “derecho a expresar libremente pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra y el escrito" aparecerán temas inéditos en la literatura infantil, por haber sido considerados tradicionalmente conflictivos o tabúes: la muerte, el racismo, la injusticia social, el sexismo, el divorcio, la insolidaridad, las madres solteras… La libertad que trajo la democracia da lugar a una mayor gama de temas y un mayor número de editoriales lo que trae consigo un “boom” en el número ventas y de publicaciones. A su vez aparecen numerosas obras escritas en euskera, catalán y gallego, pero esto no se reduce únicamente a la producción en estas lenguas sino que, asistimos a una búsqueda y recuperación del folklore propio de esas culturas, negadas en época de la Dictadura. Todo esto provoca que se produzca un aumento en las traducciones, que en el año 1986 alcanzó el 43%, lo que supone una renovación de recursos gráficos y literarios.



Con respecto al contexto social podemos destacar la llegada de nuevos conocimientos de la Pedagogía y la Psicología que aportan una visión diferente del concepto de infancia, en la época se consideraba que los niños eran los adultos del futuro. Sin embargo, con la nueva visión de la infancia, los niños se presentan como seres sociales con derechos y autonomía propia y a ellos se dedicará una literatura que buscará identificarse con sus vivencias y gustos. Con la renovación pedagógica se produce la entrada de la lectura en las aulas con un fin lúdico. Se intuye un nuevo concepto de lectura, no solo como una actividad de desciframiento, sino de comprensión y, por tanto, creativa. Todo esto conllevará la aparición de libros para niños que aún no saben leer letras pero sí imágenes: el álbum. Se produce una reestructuración de la distribución del libro infantil que buscará, a través de la escuela, fórmulas para mantener unas ventas que, debido al menor público existente provocado por la disminución de la natalidad, han comenzado a reducirse. Las grandes editoriales, que también figuran en el sector del libro de texto, aprovechan sus infraestructuras comerciales para introducir en la escuela el libro infantil de lectura. La falta de una buena red de bibliotecas es un condicionante que también favorece la entrada del libro infantil en la escuela, es lo que podemos denominar “escolarización de la literatura” que provocan la aparición de fichas y guías para los docentes con el fin de trabajar la lectura, temas de lectura ligados a las áreas transversales y la preferencia de autores españoles, dado que también es más fácil realizar una animación a la lectura con ellos pues, a través de las editoriales, puede acudir a los centros escolares. Esta institucionalización de la literatura infantil perjudicará su calidad y desvirtuará en gran medida su uso pues, como en el sector de la música, comienza a darse una literatura infantil comercial, que busca descaradamente vender dejando de lado la calidad de las obras.

 En estos años se produce, a su vez, una gran preocupación social por la lectura como consecuencia de las ideas renovadoras y el boom de la producción de libros de literatura infantil. Esto desemboca en encuentros y seminarios profesionales, convocatorias de premios y aparición de salas infantiles en las bibliotecas públicas, librerías especializadas… Numerosas revistas de tema educativo comienzan a incorporar temas de literatura infantil. El crecimiento del número de autores es constante, los ilustradores españoles son reconocidos internacionalmente. Sin embargo, la necesidad de conseguir unos precios asequibles para la escuela lleva al editor a presentar sus libros en formato bolsillo o a intentar abaratar los costes, lo que provoca que el libro tipo álbum tenga poco éxito en nuestro país. 

En los años ochenta aparecen también una serie de colecciones pertenecientes a las editoriales que todavía perviven en nuestro mercado de literatura infantil, estas editoriales son las que se dedican únicamente a la producción de libros infantiles y juveniles. Algunas de estas colecciones son: Austral, Cronos, Altea, Catamarán, Duende verde… La mayoría de estas colecciones son en formato de bolsillo, con lo cual, el álbum continúa siendo relegado del mercado infantil en España. El libro infantil encuentra nuevas formas de venta y promoción a través de los quioscos y mediante campañas televisivas. También los periódicos comienzan a dar cabida al libro infantil en sus ediciones o suplementos de fin de semana, en algunos casos incluso se otorgaba al periódico diario una página, a modo de sección, para el libro infantil.

 Dejando atrás la avalancha de libros infantiles de los ochenta, provocada por el “boom”, en los años noventa se ha frenado esta dinámica y, aunque pudiéramos atribuir este descenso de títulos a la crisis económica o la natalidad, hemos de añadir que, no solo se debe a esto sino que era necesario un reajuste en un mercado en el que, todavía se publica demasiado. Este es el problema que nos encontramos cuando la literatura infantil se vuelve comercial y las editoriales comienzan a publicar gran cantidad de libros con escasa calidad y muy similares en cuanto a temática y estilo. Algunos escritores y editores piensan que se ha producido un estancamiento en la capacidad creativa y la originalidad, además de estarse produciendo un mimetismo entre las diferentes colecciones, es decir, las colecciones de libros infantiles son todas muy parecidas, no hay originalidad, ni variedad. Este mismo mimetismo podemos observarlo entre los autores. De esta forma, ha disminuido la calidad de la oferta. Asimismo, se ha producido un reajuste en el número de editoriales que se dedican al libro infantil de modo que, sobreviven, las que están apoyadas en el sector del libro de texto escolar, y otras que, por su especialización atienden a un pequeño sector. El resultado de esta sectorización es un libro infantil muy estereotipado en el que, cada edición, imita a la anterior, resultando poco creativa. De esta forma la escolarización quizá sea el mayor lastre del libro infantil, porque hace que todos estén estereotipados y haya poca originalidad, pero es la única manera de poder salvar el sector en una sociedad en la que, ni las bibliotecas públicas ni las escolares han crecido lo suficiente, y en el caso de las escolares a veces ni se han implantado, y en la que las necesidades culturales de los niños han quedado reducidas, o las hemos relegado, a las escolares.



 
¿Qué era lo que había antes?

           Sería interesante, a la hora de investigar qué existía antes de la literatura infantil, observar cuál era el papel femenino en estas obras y cómo, varía o no, este papel con la publicación de la obra Celia. Podemos apuntar, para empezar, que la literatura es utilizada para perpetuar una serie de tópicos, o bien, para cambiarlos. Beatriz Fernández Herrero así lo explica cuando dice: “desde siempre la literatura, y más si va dirigida a la infancia, ha sido empleada como un recurso didáctico importante: aún a pesar de la pretensión de algunos autores de que el cuento tenga exclusivamente un carácter literario y lúdico, lo cierto es que no puede negarse su valor en el ámbito educativo y moral, puesto que no puede definirse como un instrumento de diversión, sino que, además, el comportamiento del lector o lectora va a verse influenciado por sus lecturas”. Extraído literalmente de la página web http://anabel-saiz-ripoll.suite101.net/la-mujer-en-la-literatura-infantil-de-calleja-a-celia-a31199. Esta frase “choca frontalmente” con la definición de literatura infantil. No podemos considerar literatura obras que transmitan valores y tengan una intención educativa. Literatura infantil podemos considerar, únicamente, obras dedicadas a los niños y que posean una intención lúdica solamente, no lúdica y educativa o didáctica. El personaje femenino en los Cuentos de Calleja es esencial. Los autores que trabajaron en la empresa de Saturnino Calleja tratan el personaje de la mujer de una manera respetuosa, sin misoginia, ni críticas gratuitas. Abundan los personajes femeninos sobrenaturales como las hadas o las brujas; también aparecen reinas y princesas y, más habitualmente, viudas o niñas huérfanas. Aparece, por otra parte, un personaje femenino un tanto chocante como es la mujer guerrera, concretamente en el cuento de Mari Flora. La Virgen María tiene un lugar preeminente en esta lista de personajes femeninos, es un personaje muy querido en los cuentos, pues actúa de mediadora. La virtud de los Cuentos de Calleja consistía en españolizar los cuentos populares y, a menudo, a los personajes más rimbombantes les quitaba toda su pompa colocándolos a la altura del niño lector, mediante alguna situación graciosa y disparatada. La imagen de la mujer en los Cuentos de Calleja deja entrever esta españolización de la literatura.
Centrándonos en las hadas nos podemos encontrar de todo tipo, incluso hadas domésticas, de “andar por casa”. Si, en este caso, nos fijamos en las reinas y princesas, observamos reinas a veces soberbias, princesas a veces lindas, otras vanidosas y caprichosas. Princesas exigentes y otras muy recurrentes, como la que decide casarse con aquel hombre que diga la mayor mentira.
Las niñas corrientes son protagonistas de un montón de cuentos. Aparecen niñas curiosas, trabajadoras, huérfanas que sufren y niñas sabiondas. Tenemos también niñas hábiles y virtuosas, niñas que no lo son tanto pero se dan cuenta de su error y rectifican a tiempo. Llegados a este punto, podemos observar la visión que había en la España de la época de las niñas, y los aspectos que consideraban deseables en las niñas. Esto nos ratifica en afirmar que los Cuentos de Calleja no son literatura infantil porque contienen tintes moralizantes y didácticos.
Otro personaje muy propio de los Cuentos de Calleja, y también de los cuentos tradicionales, es la madrastra, que responde al estereotipo de mujer perversa y mala.

Si nos situamos en los años cuarenta y cincuenta, veremos que el modelo que aparece siempre es el prototipo de familia tradicional (padre, madre y los hijos). La madre era la persona que se ocupaba del hogar y su familia, éste es el caso de las madres de Celia y Antoñita la fantástica dos grandes personajes muy relacionados con esta literatura de posguerra.
No obstante las autoras de ambas obras, Elena Fortún (Celia) y Borita Casas (Antoñita la fantástica) pese a que se someten a los roles prefijados de la época, son capaces de hacer una fina crítica social y un documento que describe el momento histórico que se vivía en España. No obstante, lo más importante de estas dos obras es la importancia que otorgaron al papel infantil frente a los adultos.  Podemos concluir diciendo que, el personaje femenino adquiere gran relevancia en la literatura infantil pero, ese personaje, responde al tópico de la mujer sumisa a la autoridad del padre o del marido.


Centrándonos en Celia, la obra de Elena Fortún, podemos decir que los niños se comportan como niños. En épocas anteriores era habitual que los niños se comportasen como adultos, hablasen como adultos y razonasen como ellos. En cambio, Celia, Cuchifritín y el resto de niños que aparecen en la obra son ocurrentes, nunca mienten y poseen una lógica aplastante. El personaje de Celia va narrando su historia y, va mostrando cómo va cambiando a medida que va desarrollándose y creciendo. Podemos decir que, con Celia, comienza la literatura infantil en España, es la pionera en nuestro país. Esta obra es la primera, pero no produce un cambio, por tanto, el resto de escritores continúa escribiendo obras infantiles en las que los niños piensan y razonan como adultos, y en las que continuamos observando aspectos didácticos, educativos y moralizantes. 

 El personaje de Celia es la propia Elena Fortún, de algún modo la autora está contando su vida. Intenta narrar su propio yo a través del personaje de Celia, no lográndolo del todo. Elena Fortún es un nombre literario, realmente se llamaba Encarnación Aragoneses Urquijo. Los principales acontecimientos de las vidas de Celia y Fortún suceden en la misma época histórica, primera mitad del siglo XX. A través de Celia, la autora exploró la capacidad creadora de la mujer y otras cuestiones de índole feminista que personalmente le resultaron importantes. Fortún cuestionaba los valores de la época.

Martín Gaite expone que un estudio riguroso de la obra de Elena Fortún, a quien según él, todos los autores de los años cincuenta habían leído, explicarían cuáles fueron los principios del realismo social de la novela de medio siglo. Asimismo, Francisco Nieva ha sugerido que se realice un profundo estudio de Celia, por considerarlo un “inteligente documento costumbrista” y, de esta forma, acabar con el olvido al que ha sido abocada la obra de Elena Fortún por la única razón de que “en España el crítico literario nace con barba”. Con esto Nieva nos quiere hacer ver que, la crítica literaria, abandona la literatura infantil y la relega al olvido por solo encargarse de los libros dedicados a adultos, a la literatura para adultos. 

En Celia observamos temas relacionados con la formación del “yo” a lo largo de toda la colección, lo que provoca que el conjunto de libros se entienda como una gran novela de aprendizaje o Bildungsroman, molde narrativo simbólico con componentes autobiográficos y precedente de la novela psicológica que narra la formación del “yo”.

Podemos observar dos momentos de muerte en la vida de Celia y que, de un modo destacado, marcan esa formación del “yo”. Una es la muerte de la ficción que marca el fin de la vida de la infancia y, la otra, es la muerte de su madre, que marca el paso a la edad adulta.

La colección parece una serie de novelas de aprendizaje con diferentes personajes como protagonistas, todos ellos unificados en Celia.

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¿En qué temas podemos dividir la literatura para niños?

Hoy día la literatura para niños se ha diversificado mucho dando lugar a más géneros que los clásicos narrativa, poesía y teatro. En la literatura infantil podemos encontrar libros de acción y aventuras, ciencia ficción, cómic, tebeos, letrillas, adivinanzas… de modo que podemos encontrar prácticamente la misma temática que en los libros para adultos lo que pasa que adaptada al momento evolutivo en lo que respecta a los gustos, lenguaje, formato, estilo, expresión y también en cuanto  a los temas. Obviamente hay temas que no aparecen en la literatura infantil porque nada tienen que ver con el momento evolutivo, porque no interesan al niño de esa edad. Por ejemplo: hablar a un niño de seis años de las pandillas no tiene sentido porque no es el momento evolutivo, la edad, de que comience a tener pandilla de amigos, le estaríamos hablando de algo que le es ajeno.

Según lo que pudimos observar en la librería La mar de letras, los libros estaban divididos de la siguiente manera: en primer lugar, materias, en las que podíamos observar literatura infantil, literatura juvenil, tradición oral, Psicología, Didáctica y Filosofía; en segundo lugar tenemos los libros dedicados a la crianza de los niños; en tercer lugar teatro; cuentos para oír; idiomas (inglés y francés); poesías, adivinanzas; ilustrados.

Otra división de la tienda estaba hecha por colores, con el rojo observamos libros que tenían que ver con relaciones y rebeldía, familia, escuela, mundo, cuentos y arte; con el color naranja libros clásicos, mitología, cuentos, novelas, hadas, princesas, monstruos, brujas, duendes...; y, por último, con color verde, libros avanzados y clásicos pero para niños más mayores.

 ¿Qué les gusta a los niños?

  Los gustos de los niños varían en gran medida con la edad. Teniendo en cuenta lo que nos contaron en la librería La mar de letras, los niños de siete a diez u once años suelen escoger libros de aventuras, es lo que más les gusta leer. Sabiendo esto podemos explicar por qué una de las lecturas que más éxito tiene a esta edad es la colección de Geronimo Stilton. La librería La mar de letras está dedicada a la literatura infantil y a libros relacionados con la “crianza” de los niños. Está dividida según la temática, la edad y los pop-up (libros en 3D, con partes en relieve, texturas…).

En los colegios la elección de los libros que los niños deben leer durante el curso se realiza sin tener en cuenta los gustos de todos los niños, lo cual es normal porque es imposible que, un libro elegido para veinticinco personas, les guste a todos. Habrá a niños que les guste el libro y a otros que no, lo mismo sucede con los adultos. Pero no es menos cierto que, en numerosas ocasiones, el libro no está adaptado ni tan siquiera al momento evolutivo. Por esta razón, más veces de las que serían deseables, tenemos que escuchar a niños decir que les gusta leer pero no lo que les mandan en el colegio. Es muy triste pero no por ello mentira. Esto se debe a que, según nos contaron en la librería, en la mayoría de los casos los profesores, a la hora de elegir el libro de lectura, se guían o están obligados a coger el que “recomienda” la editorial. Por tanto, muchas veces no son ellos quienes eligen los libros de texto sino que vienen impuestos desde el colegio por temas de negocio con las editoriales.

¿Qué características editoriales deben tener los libros de literatura infantil?

  Las características editoriales dependen de la edad del niño a la que está dedicado el libro. Como existe literatura infantil a partir de los 0 años, planteada para ser leída por los padres a los pequeños. Las ilustraciones son de gran tamaño y la letra suele variar dependiendo del formato y tamaño de la publicación. También es habitual que en el formato de álbum aparezcan diferentes texturas para que los niños experimenten, este tipo de literatura predomina hasta los cuatro o cinco años. Cuando el niño es capaz de leer también se utilizan los álbumes, puesto que las ilustraciones de gran tamaño animan al lector principiante a llevar a cabo su tarea, dado que la letra está sobre el dibujo y suelen ser letras de gran tamaño, con grandes espacios y poco texto por página. En un primer momento se trabaja con la letra en cursiva, más tarde, pasamos a utilizar la letra de imprenta. Esto tiene una explicación sencilla, los niños aprenden a leer con letra cursiva, por tanto, en un primer momento solo saben leer este tipo de letra. Hasta el momento que se adquiere el reconocimiento de otro tipo de letra no se puede comenzar a leer con letra de imprenta. Este paso se lleva a cabo normalmente en primero de Educación Primaria, pero varía dependiendo del colegio. 

Una vez que el niño va creciendo van desapareciendo las ilustraciones o, en el mejor de los casos, van siendo más pequeñas. Es curioso observar cómo en los libros recomendados para niños mayores (es decir, diez, once, doce años) las ilustraciones comienzan a aparecer cada cierto número de páginas y no, como en libros para edades menores, en cada una de las páginas. Considerar las ilustraciones un aspecto de niños me parece desacertado, creo que las ilustraciones gustan a grandes y pequeños, convertir las ilustraciones en una característica de la literatura infantil ha sido habitual y me parece un error, también en la literatura adulta deberían aparecer. No obstante, y a modo de disculpa, podemos decir que conforme el niño va creciendo los libros van siendo más extensos y si incluimos muchas ilustraciones nos encontraríamos con tomos enormes.

¿Cómo analizaríamos libros infantiles teniendo en cuenta los diferentes niños?

Primeramente es interesante apuntar que la selección de los libros infantiles es una labor muy importante y delicada en la que nos jugamos un futuro de nuevos lectores. La calidad literaria, los valores morales, la opinión de los lectores infantiles, la relación entre el texto y otros elementos de la ficción infantil son temas sobre los que se ha debatido mucho, son diferentes perspectivas sobre las que se han estudiado los libros infantiles.

En cuanto al análisis y la crítica de libros infantiles debemos tener en cuenta que están escritos por adultos, son recomendados por adultos para, finalmente, ser leídos por niños. La pregunta es sí la crítica a la literatura infantil la debe hacer un adulto, más teniendo en cuenta que el adulto debe adaptar su pensamiento a las etapas del desarrollo del niño. Debemos tener en cuenta que no hay críticos de literatura infantil formados desde la filología, ese vacío ha sido ocupado por pedagogos, psicólogos y docentes, más en contacto con el mundo infantil. 


Parece obvio que para poder analizar un libro es necesario ser lector, y no cualquier tipo, sino un lector experimentado y formado que, además de literatura infantil, lea otro tipo de literatura, tenga conocimientos de historia y sociología. Conozca la estructura de una novela y el por qué del valor literario o no de la obra.

 Antes de elegir libro para leer en el aula, o regalar a un niño debemos conocer los gustos de ese niño. Qué cosas le interesan y sobre qué aspectos le gustaría leer. En definitiva qué es lo que le gusta. Esto sucede igual con los adultos, hay tantas lecturas como personas, a cada uno le gusta un estilo y un tipo de literatura. Con los niños exactamente igual. Lo que sucede es que, en muchas ocasiones, los gustos son muy parecidos según la edad, es decir, a una determinada edad a la mayoría de los niños les interesa unas mismas cosas. Por este motivo, las librerías y editoriales realizan divisiones de la literatura infantil por edades. Por ejemplo: a los niños de ocho o nueve años les gustan los libros de aventuras, ¿puede ser que a alguno no le gusten? Por supuesto, es una generalización, un patrón estándar para la mayoría pero siempre hay niños diferentes que les puede gustar otra temática. Por tanto que la temática del libro esté adaptada a la edad también es importante.

El lenguaje debe ser asequible y adaptado a la edad y el desarrollo del niño, el formato debe ser atractivo, el estilo debe ser dinámico y ágil con párrafos no muy largos, la intencionalidad debe ser lúdica más que artística. Los personajes son muy importantes en la literatura infantil, deben ser personajes reconocibles por los niños y con los que se puedan identificar. A partir de los años setenta observamos la entrada en  la literatura infantil de brujas y piratas buenos pero esto es solamente un cambio de rol, no sería hasta los años noventa cuando se rompiese con los estereotipos de personajes buenos y malos. El personaje que realiza ciertas acciones es el bueno y el que no hace esas acciones, determinadas socialmente como buenas, no era bueno. El ejemplo claro de esto que queremos plasmar es Pipi calzaslargas, es una niña que vive sola, no va al colegio y hace todo el día lo que “le da la gana” por tanto, este personaje, en la literatura anterior a los años noventa encarnaría todos los contravalores de la época, no sería el niño ejemplar y ejemplarizante que, supuestamente, debemos mostrar a los niños. Podemos relacionar este aspecto con el afán de moralizar y educar a través de la literatura infantil que había en la época, dejando de lado el fin principal de la literatura que es divertir, el fin lúdico lo cumple a la perfección el personaje de Pipi calzaslargas, porque divierte y entretiene a los más pequeños.

¿En qué debemos fijarnos para saber si un libro es bueno o malo?
          
Primeramente tenemos que fijarnos en el destinatario del libro, si es el niño, comenzamos bien. A continuación debemos observar si el tema que propone el autor está adaptado al momento evolutivo, si el estilo es ágil y dinámico, si posee ilustraciones y la calidad de las mismas, si el formato es atractivo y el lenguaje adaptado al de los niños. Debemos comprobar también si los personajes son reconocibles por los niños y pueden identificarse con ellos, especialmente con el protagonista.

Derechos del lector:
1. El derecho a no leer.
2. El derecho a saltarse páginas.
3. El derecho a no terminar un libro.
4. El derecho a releer.
5. El derecho a leer cualquier cosa.
6. El derecho al bovarismo.
7. El derecho a leer en cualquier parte.
8. El derecho a picotear.
9. El derecho a leer en voz alta.
10. El derecho a callarnos.









1 comentario:

  1. Está muy bien.
    Para que esté perfecto, puedes añadir un par de apartados:
    - uno donde enlaces páginas en las que puedes encontrar las novedades del mercado editorial (páginas oficiales como SOL y otras con los catálogos de las editoriales más interesantes en la actualidad)
    - y otro donde enlaces páginas relacionadas con el fomento de la lectura (comunidades autónomas, revistas de literatura, blogs personales, webs escolares en los que los niños den su opinión sobre libros...) donde puedes encontrar información importante y continuamente actualizada sobre literatura infantil).

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