Quiero comenzar mi reflexión diciendo que ha sido, sin lugar a dudas, el tema que más interesante me ha parecido y más me ha gustado de los que llevamos hasta el momento. Me ha aportado mucha más cultura literaria que el anterior, o quizá no más en cantidad, pero si más enfocada a mi labor como maestro.
Durante las clases del bloque y lo que he podido ir leyendo en Internet he tomado conciencia de la gran importancia que los textos folclóricos han tenido en la historia y que, poco a poco, se va perdiendo. He podido aprender bastante acerca de la conveniencia de la narración de cuentos en clase. Pero, lo que más me ha llamado la atención es que, no solo en clase, sino que los cuentos van dedicados a personas de cualquier edad, y eso es fantástico porque, a mi modo de ver, tienen que existir puntos de encuentro entre adultos y niños, no podemos considerar a los niños adultos en potencia, a la niñez como un proceso para llegar a la meta que es ser adulto. Debemos establecer puntos de unión entre niños y adultos pues, de lo contrario, nunca nos llegaremos a entender y, que mejor punto de unión que los cuentos. Me da mucha pena que sea algo que se esté perdiendo, que ya no se lean cuentos alrededor de la lumbre, lugar de la casa que en muchos casos solo persiste en los pueblos. Creo que esta situación es debida al progreso, las sociedades han ido transformándose. Tras la aparición de la luz eléctrica y la televisión, desaparecieron las largas tardes de invierno en las que las familias se sentaban alrededor del fuego a pasar el tiempo y contar historias. En la actualidad hemos sustituido eso por sentarnos todos delante de la televisión con la lámpara encendida y la calefacción puesta o, en el peor de los casos, sentarnos cada uno en nuestra habitación, con la puerta cerrada, la calefacción funcionando, la lámpara encendida y, ¿cómo no? la televisión puesta. La verdad que han cambiado mucho la forma de vivir y relacionarse la familia, no sé hasta qué punto ese cambio ha sido bueno pues, como antes no había televisión la gente contaba las historias que había escuchado y las familias hablaban mucho más. Ahora con ella, todos nos sentamos delante de la televisión, callados sin contarnos, ya no cuentos o historias, sino ni tan siquiera cómo nos ha ido el día.
En relación con lo expuesto en el párrafo anterior, los textos folclóricos para mí son verdaderamente importantes por su fin último, por su intencionalidad, que no es otra que entretener. Pero, además de cumplir con nota con este objetivo, unían a las familias, todos juntos escuchaban lo que contaba el abuelo o la abuela, ésta es, a mí humilde modo de ver, la principal virtud de los textos folclóricos.
Por otra parte, es sorprendente cómo todas esas historias han permanecido hasta nuestros días y, no lo es menos, cómo han variado a lo largo de los años, cómo se han ido quitando aspectos de las historias e introduciendo otros. Me parece una actividad muy interesante para llevarse a cabo en el aula el narrar la versión anterior de Armand Berquin de “La Bella y la Bestia”, que no se titulaba así sino “El lobo blanco”, y a continuación narrar la adaptación de Madame Leprince de Beaumont, para terminar con la historia de “La Bella y la Bestia” de Disney, que es un “remix” de las dos. Considero que es pertinente para trabajar, además de los textos folclóricos, la forma en que las historias van cambiando al pasar de boca en boca, en lugar de utilizar siempre el juego del “teléfono escacharrado”. Los maestros deberíamos dedicar más tiempo a pensar en recursos innovadores para trabajar ciertas cosas en lugar de ceñirnos siempre a los mismos. Y, en la mayoría de las ocasiones esos recursos ya existen, debemos simplemente buscarlos y llevarlos a cabo.
Perfecto. Solo tienes que cambiar la palabra "original" el último párrafo por "la versión anterior de Armand Berquin" porque, como dices en varias ocasiones, no hay versiones originales de estos cuentos folclóricos.
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