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viernes, 20 de enero de 2012

a mis formadores y a Diana

No me gustaría dejar de agradecer, y esto nuevamente debía estar en la entrada en la que hablo de mis padres y profesores pero fue otra de las cosas que se me olvidó, ¡lo siento!, a mis formadores de la universidad.

El último día en clase hablamos de lo mucho que habíamos cambiado desde el primer año de carrera hasta hoy, y que todos y cada uno de los profesores que habíamos tenido nos habían dejado huella de una u otra manera. Es muy cierto y no podemos hacernos una idea hasta qué punto. Personalmente recuerdo a todos y cada uno de mis profesores y creo que, en la mayoría de los casos, han sido para mí un impulso a continuar formándome con interés y dedicación para ser maestro. Los dos años y medio que llevo de carrera no han estado exentos de dificultades y de momentos de hastío y desánimo, pero, en cada uno de esos malos momentos he podido encontrar un formador que, sin hacer nada directamente, sin decirle yo nada y sin decirme él nada a mí, ha conseguido ilusionarme de nuevo y reforzar en mí ese interés que, poco a poco, iba desvaneciéndose. No es necesario “ir a llorarse” a los profesores, no es necesario contarles tus penas, lo mucho que sufres, los muchos problemas que tienes y lo mala que ha sido la vida contigo, y digo no es necesario para mí, no como crítica porque otras personas necesitan ese apoyo directo y hacen bien en demandarlo, pues siempre encuentran en la persona de los grandes formadores que trabajan con nosotros, apoyo y comprensión. Pero decía que muchas veces no es necesario, simplemente con escuchar algunas clases, algunas reflexiones que hacen en clase, reflexiones profundas, no sobre matemáticas, lengua, historia o geografía, sino reflexiones sobre educación porque, como muy bien apuntó el otro día Irune en clase, cosas de matemáticas, lengua o historia las podemos encontrar en internet, pero el testimonio, la opinión o el consejo que te pueda dar un profesor en el aula es imposible encontrarlo fuera de ella. Seamos realistas, nosotros no estamos en clase para aprender las matemáticas, la lengua o la historia de Educación Primaria, estamos para ser maestros porque, se dan por sabidos los conocimientos primarios de estas materias. En un aula de magisterio debe hablarse de educación, de recursos para trabajar las materias en el aula y de cómo desempeñar de la mejor forma posible nuestra profesión y, creo, que muchos de los formadores que estamos teniendo lo están haciendo así y, considero, que va viéndose el resultado.

Sería injusto “meter” a todos los profesores en el mismo “saco”, no todos han sido igual de buenos, no todos han trabajado con nosotros igual de bien, se han implicado… generalizar es tan injusto como necesario. No podría ir profesor por profesor haciendo un repaso como, tampoco, me parece el lugar de “despotricar” de los profesores que no han hecho bien su trabajo, que desgraciadamente también los ha habido. Hay otra razón por la que yo no puedo criticar a un profesor de universidad en este blog, aunque yo piense que no hace bien su trabajo, y es que yo no tengo legitimidad ni formación para criticar por escrito públicamente a un formador de maestros, puedo hacerlo en la cafetería con mis compañeros pero no aquí.
Afortunadamente supera con mucho el número de profesores muy buenos que hemos tenido en la carrera al número de profesores no tan buenos. Y, desde luego, los formadores que hemos tenido van a marcar en gran medida el tipo de maestros que seremos en un futuro. Espero que ellos algún día puedan sentirse orgullosos de mí, al igual que yo me siento orgulloso de muchos de mis profesores, aunque yo en nada haya determinado su forma de ser o desempeñar su profesión, es orgullo de decir “fulanito de Tal” me dio clase.

Mención aparte merece una compañera y maestra que el otro día me felicitó porque decía que le gustaba mi blog y que era maravilloso, no puedo más que agradecer sus palabras. Para mí es todo un honor y un orgullo que una maestra, con años de experiencia y un bagaje en materia educativa y de vida en general infinitamente mayor que el mío, me felicite a mí, que ni tan siquiera “acabo de llegar”, que estoy solamente empezando a poner los cimientos para ser maestro, para mí esto es algo muy importante y un gran ánimo para continuar formándome y aprendiendo cada día más, para llegar a ser algún día un buen maestro, un maestro de verdad.

Aprovechando la coyuntura me gustaría contar que, esta persona el año pasado nos explicaba un poco qué era la pedagogía Waldorf, en qué se basaba, cómo trabajaban con los niños y una serie de cosas que me fascinaron y me interesaron muchísimo mas, lo que más me llamó la atención fue la actividad que llevamos a cabo en el aula para trabajar el espacio, al mismo tiempo que conocen su entorno (la casa, el colegio, el barrio…). Cada uno de los niños tenía que construir un edificio del barrio donde está el colegio que, previamente, había visitado, habían caminado por él. Ese edificio se construía con plastilina y, a continuación, el maestro realizaba la composición colocando todas las formas que los niños habían hecho. Justo después de esto el maestro explicaba que había una gran nevada, que se hacía con harina, y el maestro espolvoreaba harina por encima de los edificios de modo que, al quitarlos, quedaba la planta del edificio, la base. Me pareció una actividad fascinante, tremendamente buena y significativa. También me llamó especialmente la atención la forma de explicarlo de la maestra en cuestión, captaba nuestra atención, pese a ser una clase muy “habladora”, estábamos totalmente concentrados en lo que nos estaba contando. Para mí fue una gran experiencia y me di cuenta de que aquella maestra no era cualquier cosa, era una maestra de raza, de las de verdad. Muchas gracias Diana. 

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